domingo, 28 de junio de 2009

DiVersos


El viento plegó el vestido
a sus curvas entretenidas y
el caminante distraído equivocó un verso:
juventud transparente tesoro


sábado, 20 de junio de 2009

Narraciones ficticias 9


TONIGHT



Y me dijiste aquello que luego tantas veces volvió. Aquello de, vi tu melena y nunca más quiero irme de ti.

Bueno, perdona no te conozco, te dije colgada de tus ojos. Aquello que luego volvió, dijiste. Sí aquello de, te vi y no quiero irme.

Bueno, hace tiempo que no vengo, te dije bajando a tu boca mis ojos, mientras te oí decir, no quiero irme, nunca más quiero irme.

Bueno, creo que te estás confundiendo yo no te conozco. Y buscaba refugio para mis manos y de nuevo volver a tu, te vi. Y buscaba refugio de mi.

Te vi, te oí decir, te vi tu alma en tu melena, te vi tu alma en tu mirada, te vi tu alma entre tus labios, vi las vueltas que le dabas amasándola en tus palabras.

Bueno, poeta, yo no te vi, no te conozco, no se quien eras.Y volvió a robar mi alma.

No voy a irme dijiste, he encontrado mi hueco entre tus rizos, he encontrado mi casa en tus palabras, he encontrado la vida en tu mirada.

No voy a irme te oigo decir y de nuevo, tonight muy love, te digo, siempre estuviste aquí.


sábado, 13 de junio de 2009

DiVersos


Vamos hacia los días más largos
porque se acercan los días más cortos.


viernes, 12 de junio de 2009

Narraciones ficticias 8



PARPADEO




Abro los ojos al verte caminar por la estación de Orcasitas. Has engordado, has perdido aquel perfil atractivo, pero conservas la pícara sonrisa de siempre.
Hay un momento donde el tren detenido permite un instante de observación en tu caminar. Luego te fugas. Cuando el tren arranca coincido tres segundos con tu trayectoria. Te pierdo antes de que tu me pierdas.
El tiempo secó las humedades provocadas por tu mirada azul, borró tu sonrisa insinuante y canceló la ventanilla por la que asomaban tus labios carnosos que en las mañanas ataban nuestras vidas separadas.
Cierro los ojos.
Atocha, se anuncia.




jueves, 11 de junio de 2009

DiVersos


las escaleras eléctricas gimen
y los trenes llevan a veranos de nieve.


Pavesa


Las chicas se citaron con ellos en aquella esquina en la que corría la hermosa brisa de agosto. Los habían conocido a orillas del mar, esa misma tarde. Estaban nerviosas, bulliciosas. Se habían hecho el reparto y habían discutido por alguno. Querían el mismo. Terminaron por encontrar un acuerdo a base de contabilizar las miradas que se habían llevado una y otra. Cuando los chicos llegaron cada una tenía asignado uno, excepto ella. No porque no hubiera suficientes, el grupo de chicos era nutrido y más de uno no quedaba emparejado. Aun así ella no. Su no era interno y desconocido para ella también. La noche traía casi todo lo esperado y casi todo lo soñado, casi. Ella quedaba fuera de la noche estrellada, de la brisa cálida y del inicio del deseo de los primeros veranos de los primeros años. Se movían en dirección aquel bar, bueno aquel centro donde los ruidos eran la compañia de las palabras tontas y necesarias de los deseos. Ella miraba sus caras y quedaba pasmada por su exclusión de aquel rubor, de aquella temperatura, de aquella vibración que dejaba su cuerpo a solas, frío en el calor de agosto. Sus amigas y los chicos bailaban, reían, bebían. Ella también bailaba, también reía y, aunque medidamente, también bebía. Sin embargo ella no estaba allí, no estaba allí del todo, no estaba allí como los demás estabán allí. No estaba allí más que la carnalidad de su cuerpo, que el sudor del baile hacía más carnal aún. Ella baila y baila y deshacía su cuerpo en movimientos. Las amigas reían y los chicos pensaban en sus conquistas.
Se detiene y observa la escena. Ella, ya no está allí.
La brisa hermosa y cálida sopla a orillas del mar, en una noche estrellada de agosto, donde todos los deseos quedaron cumplidos.


sábado, 6 de junio de 2009

Narraciones ficticias 7


Cuatro Lineas de una conocida



En la barabunda de la calle se perdía con un revoleteo, un papel. Ella corrió a recogerlo. Como siempre ella, pasaba por donde siempre. Como siempre entonces, volvió los ojos hacia arriba. Sentado en su sitio habitual, detrás de los visillos salmantinos en la mesa camilla que nunca existió, él que reparaba en esa mirada que le devolvía el papel.
Los dos se sabían en el no que les ataba.
Ella pasaba, como siempre, detrás de un papel inexistente y unos ojos que en los encuentros la olvidaban. Sólo así la barabunda volvería a ser escena de sus miradas.