viernes, 20 de noviembre de 2009

DiVersos




Que el sol de noviembre difumine
el smog...virtud para los ojos
alucinados de costas, u orillas u olas.


DiVersos




En un noviembre cualquiera, cuando el sol
irradia la atmósfera en la gran estación.
Al fondo, podría ser el mar.


viernes, 6 de noviembre de 2009

Narraciones ficticias 17


LA CASA DE VUELTA




Las buenas noches del tren iluminado como si fuera la casa, luz blanca de buenas noches hospitalarias. En el vientre del vagón hay reunidas la variopinta grey de los habitantes periféricos.Un joven se esmera en hacer, en su libretilla, el dibujo de caras y gestos de los reunidos. Mira y dibuja en el anonimato de la pasajera casa. Un grupo de hombres juega a las cartas; están los que hablan y los que comen. Están los que leen y los que miran. Están los que duermen. Rumor de palabras y silencios. El vagón traquetea su carga amansada. Interrumpe el hacer de la grey, el recitado monocorde del cantor de sus penas: no tengo trabajo,ni paro, los médicos me han dicho que tengo una enfermedad. Soy padre de familia, tengo cuatro hijos, a los cuales no tengo para darles de comer, no me gusta pedir, pero les agradecería que me dieran lo que pudieran, si tienen algo de comer o lo que puedan, es muy triste y vergonzoso tener que pedir. Se lo agradezco, que tengan ustedes una buena noche y que dios se lo pague.
La luz blanca del vagón acoge a los peregrinos,a los artistas del hambre y a las cansadas gentes con sus rutinas prendidas que vuelven al sueño, a la lectura, a la conversación o al juego, hasta su estación de término. El joven del dibujo cierra su libreta, levanta su cuerpecillo mimbroso y baja al frescor de la noche sin despedirse. Los jugadores de Tute, dicen adiós al que, de los suyos, se va y dos chicos con voz en transición han subido y se han sentado al final del vagón, al sitio que parece reservado para los tímidos o para los que se quieren esconder de esa blancura de luz que muestra a todos las caras de sus desconocidos. Y allí en los dos asientos finales se cuentan sus cuitas de barrio, de chicas y porros y de esta luz blanca que no ilumina un presente oscuro. Tan oscuro que uno de ellos, conmovido por la desesperación del otro, le dice: hay que ser futurista, hombre. El otro, se sonríe y habiendo pillado el equívoco del amigo, le contesta: Sí, futurista, Terminator.Y se ríen los dos.
La casa transitoria de los periféricos, sigue su vía, soltando la blanca luz de las buenas noches, cual luciérnaga escondida.


DiVersos


He visto tus nalgas mientras
bajabas las escaleras y ya
tiemblan en ellas los
años que llegan y las harán viejas.