martes, 30 de diciembre de 2008

Narraciones ficticias 2(2)


En la sonrisa de la tendera se cifra el olor del tiempo. Da a probar sus dulces como un regalo de la vida, como quien dando un pellizco, quiere despertar a la gracia de estar vivos y compartir el olor caliente del tiempo ya ido. En un rincón de la antigua casa, hubo siempre una tendera que ofrecía los bollos dulces a los labios agrietados por el frío, o el calor del campo, que ofrecía a la furioa y el odio, una silla para el olvido y velar al calor de la harina y el horlno. La tendera del tiempo, echa el cierre

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