viernes, 12 de diciembre de 2008

Narraciones ficticias


Erase aquella jovencita que vino de lejos, de un mundo tan antiguo que ya era antiguo en su presente. Aquella joven que llegó a la ciudad desde el territorio lejano, conoció a la estrella de cine. Aquél de la sonrisa y los ojos entregados.Ella veía sus películas como quien ve por primera vez el mundo de lo que desea, el amor que ama. La joven no quería ser actriz, quería el mundo que contaban las películas aquellas que veía por primera vez en la primera televisión; allí, en el barrio al que llegó desde aquel mundo lejano, que de tan lejano casi es inexistente. Soñar con ser amada como amaba él en las películas, soñar con amar desde la nada como aquella chica no tan pobre pero que daba el pego de pobre.

Abajo, en la calle de la ciudad a la que llegó, los papeles los mueve el aire y en las mañanas se llenaba de hombres que con sus bolsos negros cogían autobuses que les trasladaban a los tajos y a los comercios, expandiendo el olor de sus tarteras de aluminio, en los olfatos sensibles.

Aquella jovencita piensa que la vida es siempre un sueño robado.

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