sábado, 11 de julio de 2009

Narraciones ficticias 10


ABANICO



La media mañana desprende ese calor de julio en caída libre. Lentamente caminan una niñita de poco más de tres años, la que puede ser su madre y un señor mayor, que tal vez sea el abuelo. Este último, más lentamente, sube las escaleras hacia el tren. Lentamente, con el tiempo encima y el calor también. La pequeña niña cruza las escaleras y el golpe de sol, con la ligereza que puede suponerse a la ignorancia del tiempo y a la levedad que confiere a su vida, la sonrisa permanente y el trastabilleo de sus piernecitas.
Llegados al tren, se sientan. La que seguramente es la madre en un lado y el señor mayor, posiblemente el abuelo, en otro con la niñita en sus piernas.
Ahora, ahí detenida, sin el aire que le dan su cabriolas, la pequeña tiene calor y reclama: mamá, un abanico.
Y la señora, que es pues la madre y lleva un rato con un abanico rojo, da a la niña un angelical abanico blanco. La madre espejo de la niña en el movimiento coqueto de la muñeca, que por algo el abanico es un lenguaje.
La niña que ignora el tiempo y porta su vida leve, detiene su abaniqueo y girando su cara hacia el señor mayor, seguramente el abuelo, que sosteniéndola en su piernas siente el tiempo suspendido, le pregunta: abuelo ¿por qué no tienes abanico?.
El señor mayor, que sí es el abuelo, le dice: los hombres no llevan abanico.
La niña, que ignora el tiempo, sin trastrabarse insiste: ¿Por qué?. Y el abuelo, que vuelve a poner el tiempo en marcha y la historia encima, le responde: porque tu abuela me regañaría.
La ignorancia se desvae y la levedad pierde la sonrisa.
La niña asume en silencio.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cara mía, siempre hubo abuelos y padres que nos dieron la rigidez de las normas de los hombres, pero al fresco, en la úmbria de las habitaciones y los patios, siempre hubo una madre o una abuela que permitió abanicarnos. aún estoy por aquí. Un beso.

Calaca.

Carelia dijo...

Gracias Calaca, evocando umbrías y patios das hebras para una historia, que podría tener ambientación morisca, esas historias donde una niña mora es secuestrada, o era una niña cristiana? o tal vez la mirada cargada de ensueños que ella le dirigió a él, cuando el azar hizo que con su caballo, se viera obligado a dar un rodeo por el muro almenado. Bueno, gracias por tus comentarios y me alegra saberte por ahí, sacando un ratillo para mis fruslerías.