domingo, 13 de septiembre de 2009

Narraciones ficticias 13


UNO DE LOS DIAS, UN ALMUERZO



El maduro sol de septiembre deja caer el verano que aún retiene.Y en su hora más caliente atraviesa el grueso crital de la ventana del vagón. Cuatro pasajeros toman asiento de dos a dos, tres mujeres y un hombre. Suben juntos, juntos van. Charlan de sus cosas, sus días unos tras otros, con esa volátil cualidad que la vida tiene cuando la vida va. Sus susurros pueblan de rumor leve, la cotidiana marcha del cotidiano tren de un septiembre diario. Una de las mujeres, en esta hora tan propicia a cantinelas oracionales en otros tiempos o en otros territorios, saca de su bolso un envoltorio que mientras va desenvolviendo, deja escapar un no se qué agradable y refrescante. Y a todos sorprende abriendo una tartera de frutas. La sandía huele fresca y el melón asoma jugoso y ellos conversan animadamente de sus días diarios, siendo él el que pone una ligera sonoridad catalana en el susurro que se aprecia. El sol placidamente acompaña a la sandía refulgente y al goteo jugeton de los trocitos de melón. Renoir hubiese hecho un cuadro.
La mujer que ha ofrecido la fruta, reparte unas servilletas. La extrañeza de los otros se recoge en sonrisas. Terminado el almuerzo septembrino al sol entrecortado de las estaciones de cercanías, la tartera va a la papelera.
Va, si cuesta cincuenta céntimos, dice el hombre. Bendito olvido de los tiempos. Después ella, la mujer de la fresca merienda, reparte a sus comensales toallitas húmedas.
En el vagón se queda el olor de un paseo veraniego, entre frutales, de una tarde de vacaciones. Melón y sandía, han llegado los días.


4 comentarios:

Ana dijo...
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Carelia dijo...

Gracias Ana, Carelia se fija en cualquier detalle, y con ellas troto de fabular historias, asi que con sólo tu nombre un día si la coge en vena, te monta un titulillo. Gracias por leerme, muchas gracias.

Ana dijo...

Qué envidia de todas esas personas que montan en el tren y tienen la suerte de toparse contigo.

Carelia dijo...

Muchas gracias Ana, qué bello lo que escribes y qué halago más inmenso, ya con eso tengo alas para unas cuantas narraciones más, en tu honor. Gracias