domingo, 11 de octubre de 2009

TIMBRE´S DAY


Tocaste el timbre.

Porte espigado. Hueles a heno, pelo entrecano. Los ojos ¿de qué color son los ojos? Tienes una mirada firme y a la vez requeriente. Sí, piden otra mirada que los alegre. Eso es, una mirada triste en un cuerpo espigado. Unas manos delicadas aun a pesar de su oficio. ¿Qué le pasa a tu boca? Que tiene sonrisa de sexo. Como una castañita donde no debía. ¡Qué serio, hombre ! ¡qué serio! Largo sí, largo; con esas piernas que dejan adivinar encantos. Bueno, no se qué encantos. Es tan amable tu voz. Tu pelo de canas y tu voz húmeda. Qué ganas, de veras qué ganas. De decirte, nada. De entender el fin antes del principio. Las manos, la boca, tus ojos y tu pelo. Esas arrugas que festonean tu gesto y provocan deseos entornados, de los que requieren media voz, media luz, medio cuerpo, mediodía.


Me pregunto si estás casado. Desde luego tienes pinta. Sí, pinta de hombre cazado hace ya un tiempo que no recuerdas. Pinta de hombre a medias agotado de la espera de una vida que nunca llega. Así, como todos. A la espera de una vida que nunca llega. La vida finalmente tiene ese sino.


Tengo ganas de contarte esto, de ponerme hablar contigo de lo que no encuentras. Sí, claro, tienes pinta de no encontrar lo que no buscas. Pinta de a la espera. Dime, ¿cómo es ella? ¿Conoce la inflexión de tu mirada?¿la que atravesando mis ojos llega a mis nalgas? ¡Qué inocencia! Tú eres inocente. Inocente de la voluptuosidad de tu boca y tus arrugas festoneadas. Inocente del aroma que exhala tu cuerpo.
Inocente de esas piernas tan largas que te ponen en el cielo. Inocente de ser objeto de gozo de una desesperanzada. Tu familia, tu mujer, seguro que tus hijos. Nada sabes de la espera que en ti reina. Todo desconoces de mi sobresalto.
Hablamos lo mínimo, no sea que descubras mi delirio, no sea que me mires y te asombres. Y corres huyendo de la media voz, de la corrección de tono, de la luz que devoro de ti. No sea que descubras tu deseo y ese asunto tonto de la espera, de tus ganas de besar otros labios, de coger una mano que definitivamente caliente tu corazón helado y yo consiga remontar hasta ti, trepando por el infinito de tus piernas, aspirando el perfume técnico de tus brazos.





Esta mañana he visto tu línea, ese cuerpo espigado como una vertical. Maletín, firmeza en el andar. ¡Qué bobada, qué tontería! Casi ni pude mirarte, tú que ignoras las ideas calientes de mi cabeza. Caminabas deprisa, seguramente recién levantado, habiendo dejado en la cama a la mujer, o tal vez no, levantada para llevar los niños al colegio. Posiblemente ella no sabe nada de ti. ¡Cómo pones mis venas! Cómo alientas la vida. Tú ignorante de tus piernas, de tus ojos, de tu boca. Bueno, no te irrites, pareces de los que se ofendería si conociese esta fiebre absurda que despiertas. Tú, como todos, no creas, personaje imaginario.


Quise cruzar la calle para tenerte de frente ¿qué hubieses dicho? ¿hubieras reconocido aquella que te miró abrasándote los labios? No me atreví. Pensé en tu cama, en las sábanas revueltas, en que descubriría tu olor y seguí en mi acera, sólo de reojo controlando tus pasos. Tu aliento se hacía humo en la mañana. Habrías besado otros labios, sentí la punzada de los celos. Hubiera querido cruzar la calle y ascender lentamente hacia ti, a esa región que sólo yo conozco. Sí, existe, sale de ti sin enterarte y soy la única receptora de tu deseo ajeno. Te espera el trabajo, a mí la obligación. Volveré a encontrarte en alguna acera, seguiré tus pasos como una espía, no me atreveré a mirarte de frente, volverás a calentar mi aire, respiraré trabajosamente hasta que desaparezcas en la esquina que cruza con el olvido. Darte la mano, tocar tu pecho y así en un instante acabar con la guerra, con el ruido rabioso de los aviones, con la miseria de los gobernantes. Cruzar contigo a un rincón de la memoria sin el miedo y la congoja; sólo tus piernas, sólo tus dedos, sólo tu boca y quizá aún tu blanquecino pelo. Materia interna de la vida, resplandor furioso contra la destrucción.


¡Qué locura verte! Así, borrar el horror, quedarme con el ascenso a tu pecho, remontando tu sorpresa y el escándalo de tu cama, de tu casa, de esa mujer que ladra a una atrevida coqueta aterida de espanto, de nubes y miedo. Tú me salvas esta mañana que no es fría, pero está llena de los hielos del odio. De la certeza del fin de la esperanza.


Tocaste el timbre. Ya no te veo


3 comentarios:

ana dijo...

Jooooder!! Pedazo descripción.

Me ha encantado, por no decir me ha puesto.
¿Sabes qué?, en cofidencia, me encantaría que alguna vez alguién me hiciera una descripción tan maravillosa.

Carelia dijo...

Gracias Ana, con halagos como el tuyo a mi, esta pobre Carelia de cabeza afiebrada, no le queda más que seguir tratando de estar a la altura de tu apreciación y tal vez de tu aprecio. Pues, ¿es una invitación la confidencia? Muchas gracias, un besazo.

Ana dijo...

Nooooo