sábado, 22 de enero de 2011

Narraciones ficticias 22


UNA SIESTA



Traje azul oscuro, camisa azul celeste y corbata azul casi gris con motitas ligeramente granates. Pudiera ser que estas motitas fueran rombocitos o pequeñas mediaslunas, que las corbatas llevan para despistar el color general, o vizquear.

Falda negra, recogida abombachadamente, ligeramente por encima de la rodilla. Ella, elegante y económica, destacaba en el arreglo la gabardina verde oliva de botonadura cruzada.

Él con media barba de dos días, si bien tampoco parece sacrilegio considerar tres días, lee un libro ávaro y distraido. Un libro que tal vez Quijano, leería hoy. Un best-seller del día.

El de traje azul oscuro y media barba leía este libro, luego otro libro,otro libro y todo indicaba que devoraba los libros de aire, corrientes de viento, vampiros y fantasmas; asesinatos, monjes, monasterios, chica destroyer conoce chico macarra, en fin, multitud de lecturas que le entretenían la cabeza y los días.

Hoy, mientras lee uno de sus libros, lanza miradas de las llamadas de soslayo, a una moderna Dulcinea, que de tez dilicadamente suave y labios ligeramente sonrosados, reposa en el banco cómodamente, parece que descabezando un sueño inoportuno, impedíendola apreciar los ojazos de él, clavándose en su mentón que tenuamente se mueve.

De soslayo mira sus finas pantorrillas, pretegidas del leve frío por unas medias que a él se le antojan, desde luego, de seda negra -A su Dulcinea gloriosa, no le va a conceder unas medias de almacén.

De soslayo mira, mientras sueña y ve que las finas piernas culminan sobre un pequeño tacón. Un taconcito de factura clásica, lo suficientemente alto como para ensoñar qué serían aquellas finas piernas, si en vez de modesta estatura, el tacón lo fuese de aguja. Tan clásico y tan moderno como para desear ser el pecho afortunado, que recibiera la ligereza de su agudo pisar.

De soslayo mira, que el taconcito de aguja, acompaña con gracia a la horma de un zapato, acolchado en los flancos, rematando en un lacito, su redondeada punta.

El improvisado Quijote, o quizá el sacrificado Sancho volvió voraz a su lectura, pues la intensidad de este soslayo, podría despertar a la princesa, su Dulcinea de ensueño.

Ella, Aldonza probable , espabila su inesperada siesta y se levanta del banco, al tiempo que acabó el soslayo, y él perdía directo sus ojazos en el verde oliva de la gabardina, en las finas y largas piernas y en el taconcito conmovedor y el lazo.

Él, Alonso soslayado, perdía a su Dulcinea y ella, la más que probable Aldonza, se perdía, no en el trigal de un campo, sino en el gentío de quién sabe, sino era Gran Vía.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oooooooooo. Bellas palabras, tanto como estas que he elegido de ese bello libro y que le vienen que ni pintao.

A él (Sancho) le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él.

El amor antojadizo no busca cualidades, sino hermosuras.

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.

El sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.

El ver mucho y leer mucho aviva los ingenios de los hombres.

y para ti: La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos.

¿Cuál te gusta más?

Carelia dijo...

Gracias por el tiempo tomado en leer mis letras y el tiempo dado en tu comentario.
Y gracias por el regalo de la pluma del alma y por las logradas máximas que le acompañan.
Me gusta la palabra antojadizo, tanto como la hermosura, y añoro el sueño del alivio, así como el tanto tiempo para leer mucho.
De nuevo, muchas gracias y seguiré intentándolo.