sábado, 26 de marzo de 2011

Umbral


Sentado en el umbral del tiempo.

-No empieces de nuevo con tus poesías.

En el umbral al menos, cuando esperaba que el sol entrara por el río.

-Si vas a seguir por ahí, me voy a marchar, no quiero escuchar.

En el umbral del río, una tarde cuando el sol ya entraba, sentía la arena caliente bajo mis pies.

-Sí, era una tarde que caía cálida y nueva. Habíamos ido a los huertos entre los chopos y el aire olía a hierbabuena.

Tú no quieres mis poesías, prefieres las tuyas ¿verdad? No, a lo mejor no vale la poesía para aquella tarde de tiempo rabioso.

-El olor a hierbabuena hacía pesada la tarde.

No veles, la tarde era pesada por el umbral del río.

-Te he dicho que si vas por ahí, me voy. La tarde caía con la dulce luz de los lirios. La arena picaba en los pies y yo quería irme.

Tú no querías irte.

-Sí, te dije que nos fueramos, tú insististe, en el umbral del río. Estuvimos en el otro lado y no hubo ningún problema. El sol aún estaba lejos del rojo umbral del horizonte.

Tú insististe, cuando volvimos de estar con ellos, tú insististe en el umbral del río, porque en la otra orilla estaba ella.

-Qué, no saques ahora cosas, qué, tú no viste nada. En la orilla estaba el sol entrando en el juncal.

En la orilla estaba ella, vistiendo braguitas.

-Qué dices, qué dices ¿ves como el río con su umbral de sol, se te ha subido a la cabeza?.

Los que estaban con ella, se divertían mirándola, mirandola mientras daba vueltas entre el juncal.

-Te equivocas, la arena la tienes en la cabeza, no en los pies, te equivocas, los otros fueron tras ella y el olor entre los chopos les aligeró las ropas.

La tarde ha traspasado el umbral. Tú lo viste, todos corrían, corrían rozados por los helechos y el olor a menta y a humedal les llevó hasta el umbral del río.

-No ví, no miré, no quise ver, lo ví antes, inmediatamente, luego ya no quise ver, cerré los ojos y no quise ver.

Pero oíste el chapoteo en el agua, oíste, no puediste no oírlo.

-Deja que me agarre al umbral, deja que no oíga en esta tarde nueva de sol en la arena.

Reían, reían. El río cálido deslizaba, por entre umbrales de sol, sus cuerpos canela En el umbral del tiempo, ella gritaba. En el umbral del río, se hizo el silencio.

-Cállate. Ya te dicho que en el río ni hay juncal ni hay arena caliente en los pies de la tarde nueva. No hay río en el umbral de la vida. Hay silencio en el umbral del tiempo.


3 comentarios:

ana.sanchezcebrian dijo...

Tengo que decir que la lectura no me ha embriagrado, quizá porque no la he escuchado, porque me he quedado en el título. UMBRAL. Me encanta. ¡Qué palabra!, ¡qué sonido!, ¡qué fuerza!, ¿te dejo o no?. El humbral; conH, además. ¿?

Carelia dijo...

Querida Ana, siempre agradecida a tu constancia y dedicación, a tus comentarios que son siempre sugerentes, aunque no sean admirativos, pues hay veces que no es embriagar lo que una pretende, aunque en verdad esto es indiferente para quien lee, lo que pretenda quien escribe es baladí, lo que cuenta es la lectura. Gracias pues por tus palabras, siempre alentadoras para esta Carelia de tiempos cortos y densos.
Respecto de la H de umbral, sería un estorbo en el inicio que la palabra nombra.
Gracias de nuevo. Si el próximo no te embriaga, al menos que no te retire de seguir ahí. Un beso.

Ana dijo...

Vale.